
Dalia
“¡Qué el reflector sea conmigo!.”
Descripción
No hay nada como la luz de un reflector. Brilla sobre mí, ilumina cada línea, cada giro, cada movimiento. Cuando bailo, soy la única que importa. Siempre lo he sabido, desde la primera vez que subí al escenario y escuché el rugido de la ovación. ¿Cómo podría no serlo? Mi talento no tiene comparación. Cuando otros se esfuerzan por alcanzar la perfección, yo ya la he pasado por ahí diez veces. Y mi lugar es allí, tres metros por encima de todos, en el único pedestal que merece sostenerme.
Así fue también aquella noche. El Umbral del bufón era un lugar diminuto, polvoriento, lleno de almas mediocres que no sabrían reconocer la verdadera grandeza aunque la tuvieran frente a sus ojos. Pero, aún así, acepté la invitación. Siempre hay algo atractivo en mostrarles a los demás lo pequeños que son frente a mí. Así que hice lo que hago mejor: dejé que mi arte hablara. Dejé que mi presencia aplastará las suyas. Y lo logré.
Pero algo cambió. No sé en qué momento sucedió, solo recuerdo un frío que me recorrió la espalda y una sensación extraña, como si las sombras del lugar se alargaran demasiado. Intenté reírme de ello, pero entonces vi el cuadro. Un retrato grotesco y fascinante al mismo tiempo. No entendí cómo, pero algo en su mirada me atrapó, me consumió. Y cuando parpadeé… ya no estaba en el bar, estaba dentro del cuadro.
